Ayer sus ojos olían a mar.
Caían
como pesados bloques de culpa.
Se difuminó todo a su alrededor.
Quedó la calle clara,
limpia.
Con el olor que nos dejaron nuestras abuelas.
Arrojó su cansancio a mis brazos
y respiró tranquila.
Ya nada puede hacerle daño.
____________________ Jesús Ge
4 comentarios:
Impresionante, conmovedor.
Poema memorable,
memorizado siempre
en los ojos que lo lean.
Gracias Ana.
Es la primera vez que te veo por aquí. Me gustaría que vinieras más.
Hola Jesús,
A veces unos brazos son el lugar que necesitamos para repostar en medio del caos.
Muy bien puestos esos brazos, en el lugar adecuado.
Un saludo,
Estel J.
Me gustó mucho ese final tan rotundo:YA NADA PUEDE HACERLE DAÑO....Sólo eso
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