En aquel instante apareció ella, pero no sabía que habían ocupado la casa. Cerró la puerta, colgó el abrigo y fue directa a la cocina. No la esperaban tan temprano y corrieron a ocultarse. Escondidas vigilaban cada uno de sus movimientos conteniendo la respiración para no ser oídas. Una de ellas no pudo aguantar más y salió. El crujido de su caparazón bajo el zapato estremeció al resto. El grito de la anfitriona presagió una terrible batalla contra el insecticida.
______________________________ Jesús Ge
(gracias a la ayuda de Isabel Castaño que me ayudó a darle la forma definitiva. Os recomiendo su curso de microrrelato LO MÁS MÍNIMO de su Escuela del Campo "de Vacas y Castaño")
No hay comentarios:
Publicar un comentario