Existe una especie de individuos que necesitan escribir del mismo modo que necesitan respirar. Alcohólico de la letra escrita, el grafómano se consuma cuando escribe. Entonces y sólo entonces piensa sus emociones y siente sus pensamientos. A veces, cuando tienen aplicación y talento para el oficio, algunos pocos seres de esta clase logran escribir algún texto memorable que emocione y ayuda otros, y todos se pasa la vida intentándolo, si bien este resultado es un azar en realidad secundario. Lo esencial es completar el circuito en donde sensación o percepción, intuición o sueño, historia o razonamiento, se vuelven concretos solamente si son palabra escrita.
Pertenezco a esa peculiar clase de sujetos, me reconozco como miembro de la más anacrónica subespecie de la grafomanía, los poetas, integrada por obsesos que buscan algo más con la escritura, alucinar, detener el tiempo, obtener revelaciones, instantes mágicos, conocerse, cantar con una pluma sobre un papel, en fin, cuestiones para quien no quiera dejar de ser aprendiz, para el que está dispuesto a empezar de cero siempre, para el que está dispuesto a preguntarse si cero es el comienzo.
Darío Jaramillo
“Historia de una pasión”
Ed. Pre-textos
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