sábado, 18 de agosto de 2012

[...] Pero no hay olvido ni sueño. Carne viva. [...] (en el aniversario de la muerte de Federico García Lorca)



CIUDAD SIN SUEÑO
(Nocturno del Brooklyn Bridge)


No duerme nadie por el cielo.
Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Las criaturas de la luna
huelen y rondan las cabañas.
Vendrán las iguanas vivas
a morder a los hombres que no sueñan
y el que huye con el corazón roto
encontrará por las esquinas
al increíble cocodrilo quieto
bajo la tierna protesta de los astros.
No duerme nadie por el mundo.
Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Hay un muerto en el cementerio más lejano
que se queja tres años
porque tiene un paisaje seco en la rodilla
y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto
que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase.

No es sueño la vida. ¡Alerta!
¡Alerta! ¡Alerta!
Nos caemos por las escaleras
para comer la tierra húmeda
o subimos al filo de la nieve
con el coro de las dalias muertas.
Pero no hay olvido ni sueño. Carne viva.
Los besos atan las bocas
en una maraña de venas recientes
y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso
y el que teme la muerte la llevará sobre los hombros.
Un día
los caballos vivirán en las tabernas
y las hormigas furiosas
atacarán los cielos amarillos
que se refugian en los ojos de las vacas.
Otro día
veremos la resurrección de las mariposas disecadas
y aún andando por un paisaje
de esponjas grises y barcos mudos
veremos brillar el anillo
y manar rosas de nuestra lengua.

¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta,
a los que guardan todavía
huellas de zarpa y aguacero!

Aquel muchacho que llora
porque no sabe la invención del puente
o aquel muerto que ya no tiene
más que la cabeza y un zapato,
hay que llevarlos al muro
donde iguanas y sierpes esperan,
donde espera la dentadura del oso,
donde espera la mano del niño
y la piel del camello se eriza
con un violento escalofrío azul.
No duerme nadie por el cielo.
Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Pero si alguien cierra los ojos,
¡azotadlo, hijos míos! ¡azotadlo!
Haya un panorama de ojos abiertos
y amargas llagas encendidas.
No duerme nadie por el mundo.
Nadie, nadie. Ya lo he dicho.
No duerme nadie.
Pero si alguien tiene por la noche
exceso de musgo en las sienes,
abrid los escotillones para que vea bajo la luna
las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.

                                               Federico García Lorca.
                                               “Poeta en Nueva York”, 1940.

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