lunes, 16 de julio de 2012

UN ARTE DESCONTENTO

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Así, "el sometimiento cultural por vía de instituciones tales como la escuela, el trabajo o los medios de comunicación, parece de importancia decisiva. Ya que, en tanto consumimos el código, reproducimos el sistema"(1).
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Por otro lado, Hal Foster señala la necesidad de sustituir el término vanguardia por el de resistencia. No sólo porque el primero tiene ya más el carácter de una marca comercial que el de un compromiso radical de investigación estética, sino porque desde el punto de vista táctico, la acción que ahora corresponde no es el enfrentamiento abierto, sino el sabotaje y la infiltración. Está claro que el arte no va a poder escapar de los condicionamientos estirilizantes de su producción y distribución, necesarios para su existencia social. Habrá por tanto que utilizarlos en la medida en que el arte es utilizado por ellos. Por esta razón, las más interesantes de las obras críticas del periodo problematizan su propio estatuto artístico, su lenguaje específico o los canales de distribución por los que circulan. Y también categorías modernistas esenciales, como la autoría, la originalidad o la autonomía. De hecho, las aportaciones más singulares del arte político de las últimas decadas son la aparición de artistas-activistas, la aparición del arte comunitario y, en definitiva, la transformación de la obra de arte en práctica cultural.

(1) FOSTER, H., Recodings. Art, Spectacle, Cultural Politics. Seattle, Bay Press, 1985.


JOSE MARÍA PARREÑO
"Un arte descontento"
Cendeac, 2006

1 comentario:

María Biloba dijo...

Muy interesante, gracias por compatirlo :)

El arte y la lucha unidos hacen de la revolución algo tan bello...