Estaba ordenando los libros en casa y ha aparecido una antología de Oliverio Girondo que compré hace poco. En la editorial Argonauta, una antología revisada por Aldo Pellegrini.
Al abrirlo aparece este poema.
Va por los que, como yo, han acabado saturados de tanta alegría hipócrita.
LLORAR a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando. Festejarlos cumpleaños familiares, llorando. Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo… si es verdad que los cacuíes y los cocodrilos no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando, de memoria. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!
Oliverio Girondo.
“Espantapájaros” (1932)
1 comentario:
Es difícil equivocarse con Girondo. Gira siempre contra el sentido de las agujas del reloj y acierta bastante por tanteo. Es un maestro del disfraz, es decir, de quitarse el disfraz y bailar desnudo.
Un abrazote más,
Tu Viktor
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