Desde hace ya 5 años, por estas fechas, vengo haciendo un
resumen de las actividades poéticas de la ciudad de Valencia (y alrededores).
En estos últimos años me parecía indispensable visibilizar el trabajo que
grupos, asociaciones, talleres, aulas y locales hacían en pro de la poesía. Era
una forma de reconocernos, de ser conscientes de las cosas que hacíamos y de
darnos ánimo para continuar con estas y otras actividades.
Pero, a día de hoy, y viendo la cantidad de actos, eventos,
presentaciones, lecturas, actos solidarios y jams poéticas que,
afortunadamente, presenta actualmente la ciudad me parece innecesario hacer
aquí y ahora un resumen. Teniendo en cuenta que nombrar a unos supone siempre
dejar a otros fuera (me estoy acordando de los amigos valencianos que este año
2012 han publicado algún libro) y que resultaría muy trabajoso dejar huella de
todos los grupos, talleres y asociaciones (viejas y de nuevo cuño) poéticas que
trabajan en Valencia, he decidido no hacer este año dicha memoria.
Por otro lado, llevo barruntando hace unos meses una pequeña
reflexión que me gustaría compartir con ustedes. Dejando claro que considero
que todo el mundo tiene derecho a escribir y llamarse poeta, así como poder
tener el placer de compartir sus textos con alguien, pienso que se está dando
un exceso de actividades poéticas, digamos, poco divergentes. A menudo tengo la
sensación de que los propios poetas formamos una y otra vez el mismo público de
dichas actividades, convirtiéndose estas en una especie de círculo endogámico
del que poco se puede sacar. Es difícil ser autocrítico y crecer literariamente
en un entorno en el que no se espera más que el turno para mi lectura. Es
cierto que ha habido actos en los que el debate o el cuestionamiento a determinadas
poéticas han abierto una duda o reflexión que nos hemos llevado a casa y nos ha
permitido seguir leyendo y continuar con las preguntas. Pero, no sé si
coinciden conmigo, han sido las menos. Me gustan más los actos poéticos que me
permiten escuchar a autores que no están a mi alcance (venidos de otras
latitudes, incluso de otras lenguas; aunque no haya podido asistir a todas las
que quisiera); o aquellos en los que, como ya dije, se establece un debate que
me hace tambalear determinadas convicciones o resituarme en las ya
establecidas. Esto no quiere decir que no tengamos voces muy interesantes en
estas latitudes y que, por supuesto, también les tenemos que dejar un hueco
para poder compartir su obra y sean “profetas en su tierra”.
Por mi parte deseo cerrar este año poético con esta
reflexión personal para ir afinando más en la cualidad de los actos, animando a
todos los organizadores a que profundicen en lo que la poesía puede aportar a
este mundo tan desvencijado ya.
Sin más que añadir, les deseo a todos un feliz año nuevo.
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