A Esperanza Ortega
Arenas de San Pedro, junio 2010
Dejaste tus zapatosal borde del mar
le agradeciste
por vez última
su voz a la arena
su rabia.
Y deslizaste abiertas
las palmas de las manos
por el fondo de una guitarra.
No callaron las aldeas.
No cayeron
tus palabras sobre la falda
de la memoria.
Siguen respirando
-en la orilla-
tus pisadas.
1 comentario:
gracias, Jesús.
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