Esta mañana, después de tener que soportar la arenga desbalazada, enervada y pelín psicótica del párroco durante el funeral (he oído muchas homilías y creo que estuvo muy desafortunado), dieron paso a amigos y familiares para que dijéramos unas palabras. Como estaba acordado, salí yo representando a las voces de todos.
Según me han contado después, el sacerdote no paraba de hacer gestos de sorpresa y desaprobación según iba avanzando en mi lectura. Luego, el pobre hombre se sintió herido y, supongo, atacado y quiso decir él la última palabra.
"Nosotros, los cristianos, no creemos en la muerte"; "La muerte es el comienzo"... la verdad, se ha puesto un poco nervioso.
He estado a punto de sacar otro poema y darle la réplica pero, ya saben, ellos son los poseedores de la Palabra y dio punto final a la ceremonia.
Imagino que se ha sentido insultado al ver cómo se colaba, en su propia "casa", un mensaje contradictorio a sus lecturas.
Juzguen ustedes mismos.
Nos
confunde la actitud discreta de la muerte.
Al
ir muriendo uno a uno,
como
si cada partícula de un rayo de luz,
cada
hoja de un árbol
o
cada ladrillo de una casa
se
fuera desintegrando por su cuenta,
olvidamos
que todo está muriendo.
Similar
contención
ocurre
con la sombra que avanza,
la
sequía que crece,
las
ruinas que flanquean los caminos
y
los cementerios que aumentan lentamente,
empujando
en silencio a los que pasan.
Así
desatendemos el proyecto global,
aunque
a veces desaparezcan ciertos rostros
o
nos desconcierte alguna quiebra
en
la secuencia acostumbrada.
La
vida es una situación sin aviso previo.
La
muerte trae en cambio una ambigua proclama,
mimetizada
en sutiles geografías,
confundida
entre discursos y cortejos.
Es
necesario entonces desbaratar ese mensaje
y
oponerle una neta advertencia.
Debe
decir tan sólo: Aquí morimos.
Aquí
morimos todos juntos,
a
pesar del orden o el desorden
de
morir falsamente uno por uno.
Roberto
Juarroz
“Undécima
poesía vertical”
3 comentarios:
Doy fe de que fue muy violento, y me refiero al cura.
Eso no te pasó por querer abrir algo entre la palabra y el silencio, sino por querer lucirte. Pero no; sigues juzgando y juzgando y juzgando desde la carne...Normal que el sacerdote se indignara. Él lo hizo a la cara, no desde un blog sin que tú lo supieras.
Estimado anónimo,
lamento no poder darte la razón. El sacerdote no criticó a la cara, sino que se aprovechó de su posición de poder para desdecir lo que yo decía. No permitió el diálogo ni la diversidad de enfoques.
Por otro lado, esta entrada no está pensada para criticar al cura, sino tan solo para contar mis experiencias.
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