Vengo de asistir como público al
primer Slam Poetry de la ciudad de Valencia y mantengo mis encontradas
posiciones ante este acontecimiento de reciente singladura. Quiero compartirlas
con vosotros a ver si, con la escritura y vuestros comentarios, sigo
reflexionando sobre ello.
La primera reacción que comparto con
alguno de los asistentes, incluso con alguno de los participantes, es el
rechazo a compaginar Poesía y Competición. No parece que la competencia entre
poetas sea precisamente el camino más interesante. Estamos cansados, incluso
indignados, de que esa competencia ya se dé en el mundo editorial; y de que,
algunos sectores poéticos segreguen a través de los medios a su alcance
(premios, etc.) a otros poetas igualmente válidos pero que transitan diferentes
veredas poéticas. No a la competición.
Por otro lado, el hecho de que sea el
público el que valore los poemas permite una cierta democratización de la
percepción poética. El poema ha de defenderse ante un público/lector/espectador
que te demostrará a través de su votación si le ha gustado o no.
Este punto se vuelve arma de doble
filo al condicionar los poemas “jugados” (permítanme que use este verbo que, en
otras lenguas, se utiliza para la acción teatral), pues probablemente
elegiremos o tenderemos a presentar poemas más escénicos, o incluso condicionaremos
nuestra lectura haciéndola más performativa (aunque el poema no lo exija). Todo
ello en detrimento de las tendencias poéticas que se basan en la ruptura del
lenguaje o en la fuerza del silencio dentro del poema.
Estas condiciones del acto de escucha
también tiene sus inconvenientes: no es una lectura calmada y sosegada en el
silencio de una habitación, o en una peña junto a un río; el encuentro con el
poema se realiza en unas condiciones de jolgorio y espectáculo, condiciones
similares a las que se dan en el acto teatral. ¿Se puede percibir así la
profundidad de determinados poemas? Evidentemente no, pero esto ya sucede en
cualquier lectura o presentación cotidiana: hay determinados poemas que sólo
pueden ser leídos en la soledad de la lectura y que no puede haber una
“traducción” oral de los mismos. Imagínense a Joan Brossa leyendo sus poemas
visuales, ¿son menos poemas por no poder ser “leídos”? Entiendo que este tipo
de poema tiene otro soporte y, por lo tanto, otros espacios y canales de
divulgación.
También ese aspecto del público que
puntúa obliga, en cierta medida, a que el poeta sea honesto y se presente
desnudo a la intemperie del público fiscalizador (hoy, uno de los poetas
participantes estaba indignado porque consideraba que la poesía del poeta
ganador no era tal, sino que se limitaba a ser un panfleto político; se marchó
bastante cabreado porque le pareció injusto que ganara de esa manera). Lo que,
a mi juicio, considero arriesgado es que la poesía se vaya degradando
paulatinamente hasta el punto de acercarla a claves más cabareteras (con todo
mi respeto y pasión por dicho género) y vaya, poco a poco, perdiendo su esencia
poética (me sigo preguntando ¿el cabaret no tiene esencia poética?). Siguiendo
con esta reflexión llego a la tan temida pregunta: ¿qué es poesía y qué no podemos
considerar como tal?
¿Es posible que en el calor del Slam
se nos “cuelen” textos que no son estrictamente poéticos? ¿Es esto realmente
importante? Me parecería deshonesto si el público esperara algo más intenso,
sesudo, poéticamente correcto y le engañáramos con fuegos de artificio. ¿Es
capaz el público de discriminar el grano de la paja? Los partidarios del Slam
así lo piensan: será el público (con su honesta sabiduría -popular o culta-) el
que valore mejor o peor la poesía que presentamos. Es posible que se presente
un poeta que tenga una poesía muy depurada, muy trabajada, muy profunda… pero
que al público no le guste esa noche. ¿Convierte eso a este poeta en mal poeta?
¿Convierte esta valoración a su poética en mala poesía? No necesariamente. No
siempre el público de una noche en un bar es el mejor crítico para un poema.
Así hay que entenderlo y así hay que recibirlo.
Por otro lado, un público que, en la
mayoría de las ocasiones, no dispondrá de un criterio literario cimentado,
¿está capacitado para decir si determinada poesía es válida o no? ¿No se
producirá una desvalorización del lenguaje literario? ¿No se valorará más el
ingenio verbal y el chascarrillo por encima del desafío lingüístico que supone
el lenguaje poético? Y quiero diferenciar claramente lo que suponen las
acrobacias verbales o juegos de lenguaje (como las practicadas por Julio
Cortázar o Vicente Huidobro) contra las ocurrencias sonoras de cualquier cómico
(diferencien esto del sentido del humor practicado por algunos escritores
españoles de los años 20).
Desde una visión heterogénea de la
poesía, no me atrevo a criticar una actividad que da soporte a esta poesía más
oral (Spoken Word significa Palabra Hablada) y/o escénica y que también tiene
derecho a tener su hueco en el amplísimo Olimpo de la POESÍA. ¿O no?
Pero en este punto, vuelvo a algo que
ya he dicho en otros foros: todo poeta, sea del corte que sea, tiene una
obligación moral por intentar ofrecer lo mejor de sí. Ha de ser autoexigente y
autocrítico con su obra. No vale cualquier cosa, en ninguna de las disciplinas
que elijas como tu poética más afín. Es decir, si quieres desarrollar una
poesía escénica o más cercana a lo oral, has de trabajar para perfeccionar las
claves de dicha práctica. No vale cualquier cosa. Lo mismo sucede en las otras
poéticas, exigen de una depuración y una revisión constante que no siempre se
da en los círculos poéticos.
Por otro lado, un Slam Poetry permite
que personas que nunca han tenido contacto con la poesía, escuchen –quizá por
vez primera- a un poeta delante de un micrófono. A veces, esta situación es
contraproducente, como nos pasa cuando la primera obra de teatro a la que nos
llevaron no era acertada; pensamos que todo el teatro es una basura. La
experiencia nos demuestra que no siempre es así. Este punto me ha hecho dudar de
nuevo sobre mi negativa a participar en el Slam. Quizá sea el foro necesario para
llevar la poesía más allá de los endogámicos círculos poéticos. Esta noche el
público ha podido escuchar una muestra de las poéticas más diversas. No sé qué
mensaje se habrán llevado a casa, pero probablemente para muchos haya sido la
primera vez que les ha interesado mínimamente la poesía. No sé si alguno
comprará un libro mañana pero, al menos, durante un rato, han sentido la fuerza
de la palabra en la voz de algún poeta. Sigo haciéndome preguntas.
Recomiendo la lectura de los
siguientes artículos, para seguir reflexionando:
- Slam!!! (Islas en la Red).
Daniel Bellón.
- I
Slam Poetry VLC, algunas reflexiones (Poesía de la Frontera). Jorge
Brunete.
3 comentarios:
Coincido en todo. A mí me pasa lo mismo, me invitaron a un Slam y tuve una sensación contradictoria.
Quizá lo importante es que se escuche la poesía, aunque sea junto a la palabra competición. En fin.
Un saludo,
Marta
Es cierto que el slam puede llevarte a escribir (consciente o inconscientemente) poemas más "escénicos". Yo me dí cuenta que me estaba metiendo en algo que no le venía bien a lo que estaba escribiendo en ese momento y aflojé, pero es algo que disfruto enormemente y a lo que no pienso renunciar. También tiene cosas que no me gustan como la confusión que genera entre la poesía humorística y el monólogo de stand up comedy en algunos slammers o cuando te toca un público que no es capaz de saber que significan ciertas palabras que se salen de la gramática choni que habitualmente manejan y acaban votando más al que más veces diga "corazón". Pero todo esto es disculpable cuando tienes el poder de hacer callar en tres minutos a un mal poeta. Eso es impagable ;)
en ocasiones imagino a Quevedo y Gongora y a Lope buscando una taberna en la que sus poemas se recitaran y la gente discutiera cual era el mejor. No había demasiada gente que supiera leer, pero todos sabían escuchar y si algo no entendían, lo aprendían de quien tuvieran a su lado. Los poetas conseguían su objetivo de ser escuchados, que no leídos,y aunque ninguno escrbía para ganar, sino solo para comunicar, alguno ganaba al final por mor de la comptición a la que el público, sometia a lo que escuchara. Una vez he participado en un slam y lo he ganado. El simbolismo del premio, un simple pimiento rojo, deja muy a las claras que ganar no es la intención de quien recita. Es cierto que se gana un aplauso. Y también lo recibe el que no gana. Y todo el que recita, lejos del los libros, a cara descubierta, oyéndose el poema en la voz del propio poeta, viéndose en su cara cada sentimiento que tuvo que sufrir para escribir, sabiendo que el que escucha va a notar el requiebro de su voz en una palabra o en otra, y va a saber porque puso esa palabra y no otra, como digo, todo el que se aventura a que se lee vea el pecho descubierto, el porqué de su ironía, las razones de su burla, cuando llora y cuando no, etc, etc, es un valiente que está sacando la poesía de las estanterías y la está esparciendo por las calles. Que es, a mi modo de ver, donde debe estar. ¿O es que la poesía solo puede salir a la calle en forma de canción de Camarón o de Sabina? ¿Y no hay competición entre Miguel y Federico? Siempre la hay. La busca el propio lector cuando prefiere uno a otro. Un saludo.
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